México muestra huipiles y otros trajes típicos ante la Comisión Europea

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Algunos embajadores que representan a sus Estados ante el Consejo de Europa con el rostro cariacontecido por la situación en Ucrania se vieron sorprendidos esta semana con el colorido de una exposición de prendas tradicionales mexicanas en la antesala del foro donde se reúnen.

Veintisiete huipiles, quechqeémitles, enredos y faldas forman parte de la exposición “Textiles de México”, organizada por la Representación Permanente de México ante esta organización paneuropea, de la que es Estado observador desde 1999.

Eso se complementa con un telar que reproduce la confección prehispánica.

El huipil -del nahuatl “huipilli“- es un vestido femenino tradicional de México. Utilizado antes del primer desembarco de Colón en América en 1492, se sigue llevando hoy día como traje diario o ceremonial. El huipil de la boda puede ser el mismo que se viste a una mujer en su lecho mortuorio.

Los bordados de los huipiles son cuentos, historias que dan testimonio de su cosmovisión, de su pasado y de su identidad cultural.

El quechquémitl se lleva por encima del huipil o de una blusa. Se compone de dos piezas cosidas que forman un poncho o un chal que cuelga de los hombros. En la América prehispánica, sólo lo utilizaban las mujeres de alto rango.

El enredo (“cueitl” en náhuatl) es una tela que se enreda alrededor de la cadera. La forma de atarlo es diferente según la etnia o la región donde se utiliza.

Los modelos expuestos en la sede del Consejo de Europa en Estrasburgo (noreste de Francia) son prehispánicos o con influencia española y de fibras como el algodón, la lana, la seda y la fibra de palma.

En cuanto a la coloración, llevan tintes naturales, animales (rojos de la cochinilla y violetas del caracol morado porphyra) y vegetales (rojo, rosa, violeta, marrón, ocre, naranja, verde y azul índigo de árboles y plantas mexicanas).

Las piezas de esta exposición, que antes se habían utilizado en desfiles en Ginebra (Suiza) y México, pertenecen a una colección particular. Su dueña es la diplomática Eva Pizano, que llegó a Estrasburgo hace dos meses para trabajar en la representación mexicana ante el Consejo de Europa.

“Los conservo en mi casa, doblados y protegidos en bolsas de manta, un tipo de algodón”, explica Pizano a EFE, mientras desliza sus dedos por las telas.

Comenzó su colección con los vestidos heredados de su abuela, de su madre y los que ella misma ha ido comprando en mercadillos indígenas mexicanos. Uno de ellos perteneció a su abuela : “Es el típico que llevaba Frida Kahlo“.

Prefiere no hablar del valor de su colección: “Hay modelos que no se puede calcular su coste, porque hay telas, como la lana hilada a mano con telar de cintura que ya no existen, no se encuentran“.

Añade que algunos trajes suponen, al menos, siete meses de trabajo. El último lo adquirió en un mercado en el estado de Oaxaca.

El más valioso para nosotros es el de china poblana (los artesanos de la localidad de Puebla confeccionaban sus atuendos con materiales procedentes de China), porque lleva bordado el águila del escudo nacional“, señala Pizano.

La diplomática contempla con emoción una blusa que se expone cerca de la anterior. “Me la compró mi mamá cuando cumplí 15 años“.

Y describe uno de los huipiles de la exposición: “La luna salió una noche a caminar y vio a unas mujeres muy bellas en la tierra. Se puso celosa y no quería que el sol las viera“.

“Decidió -continúa- tomar el manto de la tierra, lo jaló con todos los animales y frutas abajo, y tapó los cuerpos de las mujeres. Pero sus rostros los tapó con nubes que quedaron en este manto blanco, brillante arriba, y así logró que el sol no las viera”.