El colapso de una corriente marina traería consecuencias catastróficas para el planeta, advierten científicos

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El cambio climático por el que atraviesa nuestro planeta es ya una realidad ineludible a la que los científicos cada vez le ponen mayor atención por las consecuencias que ya tiene y tendrá en el futuro.

Por ejemplo, el pasado 9 de febrero, apareció publicado en la prestigiosa revista Science Advance, un artículo firmado por tres investigadores de la Universidad de Utrecht, Países Bajos, quienes sugieren, a partir de simulaciones por computadora, que la circulación de las aguas del Océano Atlántico se encamina hacia un punto de inflexión, lo cual, advierten, “es bastante malo para el sistema climático y la supervivencia de los seres humanos”.

A pesar de que han sido incapaces de predecir con exactitud cuándo se producirá el punto de inflexión (podría suceder dentro de los próximos 100 años o inclusive antes), sí han dicho que se encuentran alarmados por la velocidad prevista de dicho colapso una vez alcanzado este punto.

Con respecto a la circulación de las aguas del Océano Atlántico, éstas suelen manifestar un patrón de comportamiento al que los expertos denominan Circulación de vuelco meridional del Atlántico (mejor conocido como AMOC, por sus siglas inglés).

AMOC hace referencia a las corrientes superficiales y profundas existentes en el Atlántico -la  Corriente del Golfo también forma parte de este sistema- las cuales se caracterizan por el flujo de agua cálida y salada hacia el norte, pero, también, suele producirse un flujo hacia el sur compuesto por agua más frías.

Esta virtuosa circulación de las aguas que ayuda, entre otras cosas, a que en el continente europeo las temperaturas no se desplomen, podría estar en inminente riesgo porque, de romperse este flujo, la temperatura en la Tierra podría verse afectada. De hecho, AMOC se encarga de distribuir energía alrededor de nuestro planeta, transporta nutrientes y modula el impacto del calentamiento global.

Otro dato revelador de esta nueva investigación es que los cambios en los patrones de circulación de corrientes de AMOC se están produciendo debido al derretimiento, más rápido de lo esperado, de los glaciares y las capas de hielo del Ártico de Groenlandia. Estas capas de hielo se encargan de verter agua dulce al mar y, como consecuencia, obstruyen el hundimiento de agua más salada y cálida del sur.

Por otro lado, los científicos de Utrecht también han realizado predicciones en torno a lo que ocurriría en un eventual colapso de AMOC. Y, entre las consecuencias de dicho colapso se encuentran un aumento de un metro en los mares del Atlántico que provocaría la inundación de varias regiones costeras. Y, en el caso de América del Sur, por ejemplo, las estaciones húmedas y secas en las amazonas (región que ya de por sí sufre los estragos del cambio climático), cambiarían radicalmente.

Por si esto fuera poco, las temperaturas en todo el mundo llegarían a fluctuar de forma mucho más errática y, mientras que el hemisferio sur se calentaría notablemente, Europa se enfriaría de forma alarmante y habría, como consecuencia de estas bajas temperaturas, y de un ambiente más seco, menos precipitaciones y, por tanto, un menor acceso al agua para los habitantes de dichas regiones.

Además, este colapso en las corrientes marítimas aceleraría el cambio climático unas 10 veces.

Respecto a si todavía existe la posibilidad de revertir el colapso de AMOC, tanto los científicos que han presentado esta última investigación, como otros estudios que sobre el tema se han realizado en estos últimos años, todo apunta que éste es irreversible. Aunque no hay consenso sobre cuándo sucederá.

Por ejemplo, el 25 de julio de 2023, Peter Ditlevsen y Susanne Ditlevsen de la Universidad de Copenhague, presentaron una investigación en la revista Nature titulada “Advertencia de un próximo colapso de la circulación de vuelco meridional del Atlántico” en la que afirman que “una inflexión en el sistema climático y un futuro colapso [de AMOC] tendría graves impactos en el clima de la región del Atlántico Norte”. Y estiman que “se producirá un colapso de AMOC hacia mediados de este siglo en el escenario actual de emisiones futuras”. 

Cuando estos autores mencionan “emisiones futuras”, se refieren en concreto a aquellas emisiones de gases de efecto invernadero, como los producidos por la actividad humana a partir del dióxido de carbono (que es uno de los principales gases que producen dicho efecto).

En el año 2000, un químico neerlandés y Premio Nobel de Química en 1995, Paul Crutzen, popularizó el término “Antropoceno” para referirse al impacto del hombre sobre la Tierra.

Este impacto es muy probable que se haya producido a partir de la llamada Revolución Industrial, la cual comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII.

Sin el surgimiento del Antropoceno, seguramente no se hubiesen producido cambios tan radicales en nuestro entorno y en el que la ciencia y la tecnología han jugado un papel fundamental.

En definitiva, la manipulación y el domino de la mano del hombre sobre su entorno ha supuesto avances espectaculares sin precedentes, pero también la destrucción del medio ambiente y, paradójicamente, de nosotros mismos. Por lo tanto, la pregunta es: ¿cómo se puede lograr progreso sin que éste conlleve también destrucción del entorno? Todavía nuestra especie no ha logrado llegar a un equilibrio entre creación y destrucción, lo cual, quizá resulte una utopía, aunque una utopía necesaria si no queremos perecer.